sábado, 3 de julio de 2010

La parálisis de Hamlet


Si tu tío ha asesinado a tu padre y posteriormente se ha casado con tu madre, te resultará especialmente relevante la lectura de Hamlet, ese libro escrito por uno de los autores que firmaban bajo el seudónimo de Skakespeare. Sí, has leído bien. Tanto Cándido como yo mantenemos la teoría de que una obra tan rica y magistral no puede ser responsabilidad de una única persona. Llámanos excéntricos.
La lección brutal de la duda de Hamlet es aplicable a toda la humanidad. La verdad es que la indecisión nos afecta a todos, aunque seamos una de esas personas que no tiene problemas para tomar decisiones. Por ejemplo, cuando en un restaurante tu pareja no sabe que plato escoger del menú y tienes al camarero ahí delante plantado. Se te hace eterno, te dan ganas de quitarle la carta de las manos y decirle al camarero: ¡Tomará pollo!
La historia de Hamlet es una advertencia inequívoca de los peligros de la indecisión. Hamlet es un príncipe danés incapaz de decidir si vengar la muerte de su padre, matarse, no matarse. Buf!! Claro, al final Hamlet enloquece. El padre de Hamlet, que se llama igual que su hijo, es asesinado por su hermano. Debe resultar muy desagradable que tu hermano te vierta veneno por la oreja. Con razón olía a podrido en Dinamarca.
Por si no has leído Hamlet te diré que al final de la obra todos están muertos. Si la hubieran escrito ayer seguro que alguien viviría. Para hacer una continuación.

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