miércoles, 21 de diciembre de 2011

Tardes en Aquitania


Con impaciencia aguardaba a que fuera miércoles. Ávido como estaba de conocer a los clásicos, cada semana me dejaba embriagar, dispuesto a que me impartieran lecciones en sesión doble. ¡Y al módico precio de 300 pesetas! Iba a ir a la esencia, apartado de modas que dictan lo que hay que pensar.
Adquirí nuevos conocimientos y nuevas sensaciones.
Fascinado, supe que la sensualidad era quitarse un guante; asombrado, averigüé la terrible historia que se escondía detrás de "Rosebud"; cogidos de la mano, acompañé a Norma Desmond en su largo y sinuoso camino hacia el olvido; fui consciente de los graves peligros para la salud que conlleva una partida de ajedrez contra la Dama Negra, la que nunca pierde; temeroso, descendí al corazón de las tinieblas y el coronel Kurtz me enseñó las miserias de la condición humana; y como buen marxista, soñé con la posibilidad de la existencia de un país de gansos, loco y divertido, pero a la vez justo.
Con la llegada arrogante del euro, deserté. Y la Filmoteca pasó de ser una necesidad a convertirse en un recuerdo. Ahora ha cambiado de ambientes, la han acicalado con un vestido más bonito y moderno.
Yo me quedo con sus viejos harapos y con mis recuerdos.

sábado, 10 de diciembre de 2011

¡Qué noche la de aquel día!


Opté por dejar pasar los días y confiar en que el otoño hiciera bien su trabajo y proporcionara una sólida capa de hojas que fueran amortiguando, ablandando el tremendo impacto, y que las emociones incandescentes de aquel subidón comenzaran a enfriarse.
Pero ha pasado ya un mes y mis sentidos continúan aturdidos, en plena combustión. El tiempo no lo mitiga todo.
Aquella noche lluviosa de noviembre tuve una revelación: extasiado por el sonido más perfecto jamás soñado entendí la necesidad del arte como vehículo de expresión para hacer más estimulante la vida. Una experiencia como aquella hace más soportable la congoja de pensar el futuro.
Wilco es la abreviación de "Will Comply", es decir, "cumpliré" y es un término que se utiliza en las comunicaciones aeronáuticas: una de las locuciones especiales y frecuentes es Roger Wilco (Mensaje Recibido. Lo Cumpliré).
Aquella noche lluviosa seis músicos en estado de gracia enviaron su mensaje y nos enseñaron las infinitas posibilidades que conlleva tener inquietudes y a no tener miedo de dejarse llevar por ellas para ver lo que hay más allá. Porque la recompensa, quién sabe, igual merece la pena. Depende de cada uno saber recibir el mensaje y cumplirlo.
¡Qué noche la de aquel día!, una frase que evoca tiempos remotos, una época que no maltrataba a los soñadores. Una frase que se convertirá en pensamiento y cobrará vida dentro de unos años cuando recuerde la música de aquella noche lluviosa de noviembre.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Una navidad intrusa


Nada más cruzar el umbral de la puerta y entrar en el recibidor ya percibieron que el ambiente en la casa estaba enrarecido. Se notaba una presencia que no comprendían a discernir y que contribuía a que no se pudiera respirar el aire acostumbrado. Desconocían el motivo pero el espacio ya no les pareció el mismo. Con esa inquietud se acostaron, tardando una eternidad en poder conciliar el sueño.
A la mañana siguiente el misterio quedó despejado: el eje comercial del barrio, con el beneplácito del ayuntamiento, y sin previo aviso, decidió iluminar sus vidas haciendo que el espíritu navideño entrara en su hogar por una de las ventanas de su habitación agarrándose fuerte a la barandilla. No importaba si quedaba violada su intimidad, ni el uso indebido de su propiedad privada, ni la adjudicación de una responsabilidad no deseada. Con razón olía a podrido la pasada noche.
Pues ahí los tienen de nuevo, dirigiéndose indignados y con un poso de tristeza hacia la madeja de burocracia y pérdida de tiempo que supone enredarse en los entresijos de la administración. Como buenos defensores de las causas perdidas, Blackbird y el Dr. Robert eran conscientes de lo que les esperaba: excusas, evasivas, incredulidad del funcionario de turno ante el hecho de que un ciudadano defienda sus derechos.
Después de muchos dimes y diretes, tiras y aflojas infructuosos, Blackbird y el Dr. Robert constataron que un posible y repentino ataque de locura resultaba mucho más eficaz para que la gente se dignase a cooperar en un problema de facilísima solución: que quitasen el jodido cable de una vez de su ventana.
A ellos, la Navidad ni fu ni fa. Para ser sinceros siempre mostraron su simpatía hacia aquel entrañable personaje dickensiano que detestaba las navidades. No comprendían como, en estas fechas, "adultos" en toda regla sucumbían y se dejaban dominar ante las directrices y modas de un gran centro comercial, participando así activamente en la manipulación de los sentimientos e ilusiones de unos niños inocentes.
¿Bondad? ¿Armonía? ¿Espíritu navideño? ¡Paparruchas!, que decía Ebenezer Scrooge.

¡Ah!, al final no hizo falta perder los estribos, ese mismo día el cable desapareció y Blackbird y el Dr. Robert pudieron volver a disfrutar de su ambiente y luz natural.