miércoles, 31 de agosto de 2011

sábado, 27 de agosto de 2011

Callejón 27


Aquella noche de agosto cambió muchas cosas. De hecho, lo cambió todo. Mientras él no se atrevía a serle infiel, ella tenía una cita inesperada con la dura realidad. Al volver a casa él pudo comprobar que el mal ya estaba hecho y que, a partir de ese momento, una pesada carga vestida de melancolía iba a ser su fiel compañera por mucho tiempo.
Lo intentaron de mil maneras pero nunca pudieron volver atrás. Lo que mediaba entre la soledad de él y la incomprensión de ella era un trecho imposible de abarcar.
Es asombroso lo mucho que negaron la evidencia, pero cuando él empezó a llamarla por su nombre comprendieron, de inmediato, que necesitaban dejar de necesitarse.
No había discusiones, ni infidelidades, sólo una especie de distancia muda entre ellos; la repentina y desconcertante conciencia de que se habían convertido en extraños el uno para el otro.
Que ella amara más era la fuente indiscutible del poder que él tenía sobre ella. No era justo.
La conversación decayó y  pasaron a depender de un televisor para evitar silencios incómodos y hacer los fines de semana soportables.
Aprendieron tarde que las consecuencias, en el amor, no importan. Cuando existe, hay que vivirlo. Cuando se acaba, ya está muerto.
Porque, por increíble que parezca, se sobrevive al amor.

viernes, 19 de agosto de 2011

Postales de verano

                   
Ni un paro que de subir no para, ni unos políticos corruptos. Ni siquiera el bienestar de los ciudadanos. El concepto que marca el desarrollo de un país es el de bicefalia, y no electoral, sino futbolística. Así que se podrán imaginar cómo andamos por aquí.
En la era del duopolio del balón hay un personaje, especie de Quijote contemporáneo, que nunca defrauda, y nos ha alertado, con su dedo en forma de lanza, que la próxima temporada ya está aquí y va a ser más de lo mismo.
En verano todo tiende a vulgarizarse, a perder el misterio. Sí, definitivamente, el verano es la época menos enigmática y la más vulgar.

jueves, 11 de agosto de 2011

Simón, el viejo


Simón es un viejo melancólico. Envejeció muy deprisa, hace miles de años, y se convirtió en filósofo espontáneo y malhumorado. Cada noche en la barra de los perdedores, su refugio y su cárcel, tiene un ataque de sinceridad. Es una verdad con aroma de whisky escocés: -"Nunca dejes de beber cuando todavía seas capaz de pensar que es mejor no seguir bebiendo".
Antes de ser un viejo prematuro, Simón tenía un don. Pero no supo hacer nada con él. Nadie puede imaginar lo que es tener un talento natural para hacer algo y no poder hacerlo, aunque la gente que tiene verdadero talento no les hace falta hacer nada.
Los ojos de Simón ya no pueden asumir el riesgo de mirar el mundo porque temen que en un destello de realidad se queden ciegos.
Hubo un tiempo en el que Simón tenía esperanzas, ahora ya tiene bastante con trabajarse su propia decadencia.

viernes, 5 de agosto de 2011

El reloj de cuco


"En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel Angel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor y fraternidad, 500 años de democracia y paz, y ¿que tenemos? El reloj de cuco." Harry Lime, el oscuro y perverso personaje que Orson Welles interpretó en El Tercer Hombre.