miércoles, 22 de junio de 2011

Señora de las Alturas


No es manía ni locura
Esto que tengo contigo
No es manía ni locura
Que los mejores doctores
No han encontrado la cura
Que no venga de tu mano,
Señora de las Alturas.

Letra: Popular; Idea: Dr. Robert, que alega incapacidad para vivir sin ella, Señora de las Alturas.

miércoles, 15 de junio de 2011

Canción del fin del mundo


Como muestra el gráfico, este país nunca fue bien. Sólo ha ido bien para cuatro. Los beneficios empresariales crecen sin freno y los salarios se desploman. A partir del 2008, cuando los poseedores de las grandes fortunas vieron amenazados sus privilegios presionaron a los políticos. La respuesta de éstos todos la conocemos: recortes en sanidad y educación, ampliación de la edad de jubilación, despidos masivos, pensiones más bajas y, paradojas de la vida, rescates bancarios con dinero público.
Siguiendo el consejo del libro de Stéphane Hessel, yo también me he indignado y me he sentido identificado con una pancarta de la Puerta del Sol que rezaba lo siguiente: "Violencia es cobrar 600 euros". Pero como escéptico que soy no he podido evitar sonreír al ver otra pancarta en Plaça Catalunya que decía: "¿5 millones de parados? Es igual, hemos ganado la Liga y la Champions".
Ya lo vaticinaba en el 2004 la letra de un grupo que, aunque parezca que habita en otra galaxia, conoce muy bien los problemas terrenales: "Van a pagarte lo mismo/ por el doble de trabajo/ si no haces algo para remediarlo".

martes, 7 de junio de 2011

Sueños robados


En 1992 me robaron un sueño en forma de partido de baloncesto, entre el mejor equipo del mundo y el mejor equipo europeo que he visto jamás, y creo que veré. Pero hay un lugar donde nadie, ni siquiera el más temido criminal, tiene acceso. En mi cabeza, mi imaginación no tiene límites y es libre, y ese partido se ha jugado miles de veces.
"Construir una amistad lleva años, pero destruirla sólo un segundo. Siempre pensé que llegaría el día en que Dražen y yo nos sentaríamos a charlar... pero ese día nunca llegó". Palabras de Vlade Divac en el imprescindible documental Once Brothers, donde se habla de baloncesto pero también de la guerra y de la amistad.

domingo, 5 de junio de 2011

La lluvia antes de caer


Abrir un álbum de fotos, y en casa de mis padres hay decenas, es comprar un billete sin retorno y sin escalas hacia la nostalgia. La idea de que una imagen puede transportarte a un pasado perdido es tentadora, a la vez que peligrosa, por la volubilidad de la memoria, esa dama extraña y manipuladora que moldea a su antojo nuestros recuerdos, convirtiéndonos en sus esclavos.
Consciente del riesgo, comienzo a echar un vistazo. Veo rostros conocidos a los que me cuesta relacionar con rostros actuales. Todos sonríen, están celebrando algo. No me gustan las fotos de ocasiones señaladas, parecen captar una situación con total fidelidad pero en realidad no dan ni una pista sobre lo que se les pasaba por la cabeza a las personas que estaban allí. Qué cosa más engañosa es una foto.
Sigo mirando y me detengo en una foto que hace activar las alarmas de mis defensas. Las imágenes son secretas y personales. No pertenecen a nadie, y ésta me lleva directamente a un día importante en nuestra vida familiar y a un lugar que parecía olvidado.
Hoy hace 32 años de esta imagen. No sé quién hizo la foto. Mi padre debería estar con mi madre, que estaba pariendo a lo que se convertiría en mi hermana. Debió ser mi tío, uno de los muchos que tengo. El niño que se esfuerza por no quedar fuera del encuadre soy yo, y estoy persiguiendo a mi hermano. ¡Cómo nos gustaba correr! Siempre corriendo.
Una persona viene a mi mente y con ella multitud de recuerdos. Mi abuela vivía en un piso pequeño y enfrente había un cementerio, que es lo que se ve al fondo de la foto, donde están esos árboles altos y delgados, detrás del muro. Siempre me impactó ver tanta gente, tanta vida alrededor de aquel cementerio. Yo nunca entré allí, bueno sólo una vez. Del piso, me acuerdo perfectamente de la diminuta cocina donde mi abuela hacía milagros en forma de los mejores macarrones del mundo, y de un patio comunitario casi abandonado y dominado por multitud de gatos. Imposible olvidar a la vecina de mi abuela que siempre andaba por allí intentando hacerme cosquillas. En un viejo televisor en blanco y negro tuve mi primera emoción deportiva cuando el hombre de hielo y el genio irascible disputaban el mejor tie-break de la historia. Tenía 7 años.
Mi abuela era muy lista, tenía mucho mundo, pero había cosas que desconocía. No sabía que en un partido de baloncesto retransmitido por televisión no reclaman trabajadores cuando el comentarista dice: "Falta personal". Ella creía que yo era muy listo y que algún día me convertiría en una eminencia: "Éste será abogado", pronosticaba. Siento haberla decepcionado.
Hace 20 años que no toco la suave piel de mi abuela. Hace 20 años que entré por primera y única vez en aquel cementerio. Y ya no me pareció tan lleno de vida.