lunes, 23 de abril de 2012

Salvajes


"Durante un breve período tuvimos una civilización que se aferraba a una delgada franja de tierra entre el océano y el desierto.
El problema era el agua: de un lado había demasiada y del otro, demasiado poca, aunque eso no nos frenó. Construimos casas, autopistas, hoteles, centros comerciales, complejos de apartamentos, aparcamientos de varias plantas, escuelas y estadios.
Proclamamos la libertad del individuo, compramos y condujimos millones de coches para ponerla de manifiesto, construimos más carreteras para que las coches las recorrieran y así poder ir a todas las partes que no eran ninguna parte. Regamos nuestra hierba, lavamos nuestros coches, bebimos botellas de agua de plástico para mantenernos hidratados en nuestra tierra deshidratada, hicimos parques acuáticos.
Levantamos templos a nuestras fantasías y acudimos a ellos en tropel.
Fuimos a la playa, cabalgamos las olas y vertimos nuestros desechos en el agua que decíamos amar.
Nos reinventamos a nosotros mismos todos los días, reconstruimos nuestra cultura, nos recluimos en comunidades cerradas, comimos comida sana, dejamos de fumar, nos hicimos liftings en la cara y, al mismo tiempo, evitamos el sol, nos hicimos peelings, nos quitamos las arrugas y la grasa, como habíamos hecho con los hijos indeseados, y desafiamos el envejecimiento y la muerte.
Endiosamos la riqueza y la salud.
Convertimos el narcisismo en religión.
Acabamos adorándonos solo a nosotros mismos.
Al final, no fue suficiente."

martes, 10 de abril de 2012

Los chicos siguen bien


Una partitura en lo alto de un piano en el laberíntico mercado de Camden, un número de teléfono comprometedor oculto en las tripas de un disco (del DISCO), una exposición fotográfica olvidada en un callejón que es un pellizco que te transporta a aquel revolucionario 1965, el año ideal para ser joven y soñador; la caja de sorpresas en que puede convertirse el zapping de un tedioso domingo por la tarde y que, al parecer, certifica la extraña paranoia sobre determinadas conexiones mentales. 
La culpa la tienen los recuerdos. Esas canciones que, sin avisar y en cualquier lugar, asaltan repentinamente la memoria y cogen desprevenida a nuestra confiada retaguardia, que se creía protegida y a salvo de ataques traicioneros. Ese es el poder de la música: lo que puede llegar a remover.
Y ahora que la estadística se pone pesada y se empeña en recordarme una y otra vez que mi cuenta atrás se acerca a todo trapo, ahora que parece que de todo ya hace veinte años, y que me enorgullezco lo bastante de lo que sé para aceptar con modestia que hay muchas cosas que ignoro, ahora sé que podré contar de nuevo con ellos para intentar dar conmigo y descifrar en qué consiste esto de pertenecer a un mundo.