lunes, 23 de abril de 2012

Salvajes


"Durante un breve período tuvimos una civilización que se aferraba a una delgada franja de tierra entre el océano y el desierto.
El problema era el agua: de un lado había demasiada y del otro, demasiado poca, aunque eso no nos frenó. Construimos casas, autopistas, hoteles, centros comerciales, complejos de apartamentos, aparcamientos de varias plantas, escuelas y estadios.
Proclamamos la libertad del individuo, compramos y condujimos millones de coches para ponerla de manifiesto, construimos más carreteras para que las coches las recorrieran y así poder ir a todas las partes que no eran ninguna parte. Regamos nuestra hierba, lavamos nuestros coches, bebimos botellas de agua de plástico para mantenernos hidratados en nuestra tierra deshidratada, hicimos parques acuáticos.
Levantamos templos a nuestras fantasías y acudimos a ellos en tropel.
Fuimos a la playa, cabalgamos las olas y vertimos nuestros desechos en el agua que decíamos amar.
Nos reinventamos a nosotros mismos todos los días, reconstruimos nuestra cultura, nos recluimos en comunidades cerradas, comimos comida sana, dejamos de fumar, nos hicimos liftings en la cara y, al mismo tiempo, evitamos el sol, nos hicimos peelings, nos quitamos las arrugas y la grasa, como habíamos hecho con los hijos indeseados, y desafiamos el envejecimiento y la muerte.
Endiosamos la riqueza y la salud.
Convertimos el narcisismo en religión.
Acabamos adorándonos solo a nosotros mismos.
Al final, no fue suficiente."

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