Un recóndito y estrecho lugar donde los diagnósticos del Doctor Robert campan a sus anchas. Pasen y lean con que ojo clínico disecciona el mundo pagado de sí mismo. Y si no se quieren pasar, de todas formas lean. Lo del 27 es un asunto personal que viene de muy lejos entre el número y el facultativo.
martes, 10 de abril de 2012
Los chicos siguen bien
Una partitura en lo alto de un piano en el laberíntico mercado de Camden, un número de teléfono comprometedor oculto en las tripas de un disco (del DISCO), una exposición fotográfica olvidada en un callejón que es un pellizco que te transporta a aquel revolucionario 1965, el año ideal para ser joven y soñador; la caja de sorpresas en que puede convertirse el zapping de un tedioso domingo por la tarde y que, al parecer, certifica la extraña paranoia sobre determinadas conexiones mentales.
La culpa la tienen los recuerdos. Esas canciones que, sin avisar y en cualquier lugar, asaltan repentinamente la memoria y cogen desprevenida a nuestra confiada retaguardia, que se creía protegida y a salvo de ataques traicioneros. Ese es el poder de la música: lo que puede llegar a remover.
Y ahora que la estadística se pone pesada y se empeña en recordarme una y otra vez que mi cuenta atrás se acerca a todo trapo, ahora que parece que de todo ya hace veinte años, y que me enorgullezco lo bastante de lo que sé para aceptar con modestia que hay muchas cosas que ignoro, ahora sé que podré contar de nuevo con ellos para intentar dar conmigo y descifrar en qué consiste esto de pertenecer a un mundo.
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