viernes, 21 de octubre de 2011

La llave de la dignidad


Perdió la dignidad entregando una simple llave. Él solo quería sentir calor, ternura, que había vida en su interior. Se sentía un náufrago entre ocho millones de personas y su soledad quedó retratada en una raqueta de tenis.
Detestaba en lo que se acabó convirtiendo: un hombre gris y ninguneado por sus superiores. Aceptó humillaciones que ahora forman parte de su identidad. Una y otra vez se dejaba pisotear creyendo así que su imparable deshumanización contribuiría a una promoción personal y le serviría para triunfar en una sociedad moderna y competitiva.
¿Se puede enfermar de humillación? Desde luego. El Apartamento (Billy Wilder 1960) nos muestra cómo una sociedad enferma engendra individuos tóxicos y manipuladores, que contaminan todo lo que les rodea, e individuos planos y sin personalidad que se dejan intoxicar porque no conocen otra alternativa, y aunque la conocieran nunca lucharían por ella.
Se nos llena la boca hablando de libertad pero en realidad no existe. Es un concepto ideado por la clase oprimida y que actúa como una droga para poder soportar mejor su humillación.
El Apartamento merece su gloria porque lleva más de cincuenta años diciéndonos, de frente, cuál es nuestro problema.

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