domingo, 16 de octubre de 2011

Los hombres de hojalata


Vinieron de otro planeta, qué digo, de otra galaxia; no creo que en Marte ni en Saturno, a pesar de sus hipnotizantes anillos, existan criaturas de esta categoría tan singular en cuanto a idiosincrasía, pero tan plural ya en número.
Y se han instalado en nuestras vidas con la inhumana misión de hacernos creer que la celebración de una boda es lo último en diversión y que no deberíamos dejar escapar la oportunidad de experimentar ese acto tan lleno de altruismo porque sino nos arrepentiremos por los siglos de los siglos.
Es inútil tomar precauciones: siempre se recibe la cursi tarjeta que dicta tu condena. Son astutos y sigilosos, resulta complicado verlos venir (su despampanante y cegador traje gris sólo lo lucen el día fatídico). Auténticos maestros en el arte del engaño porque nunca conocerás sus trucos y artimañas, acabarás plenamente convencido para contribuir a la causa.
Y después de dos meses de tremendas convulsiones para el sistema nervioso y los bolsillos, parece que llega la paz. Pero no hay que confiarse, la tregua es efímera. Volverán con la mejor de sus sonrisas para alegrarnos nuestra triste existencia.

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