miércoles, 30 de noviembre de 2011

Línea 1


Pensé que no me vendría mal recuperar ciertos hábitos extraviados en el tiempo, y volví a sumergirme en las profundidades de la ciudad. Quizás allá abajo me olvidara por un instante de lo que acontecía arriba.
El paisaje subterráneo es inmóvil, no le afectan las estaciones y sus estados de ánimo. Por eso, cuando caen bombas, constituye un buen refugio.
Buscaba la comprensión de personas anónimas, esa extraña complicidad que se suele establecer entre desconocidos que comparten horarios intempestivos. Un trayecto corto era idóneo para captar si existía receptividad.
El penúltimo vagón siempre me pareció el más discreto, el que mejor se adaptaba a mi personalidad. Escoger el asiento adecuado no es tarea fácil, pero a esas horas no tengo problemas de agenciarme uno de las esquinas, con que tenga compañía únicamente a uno de los lados ya es suficiente.
Suena una voz dulce y sensual, desubicada, que anuncia la siguiente estación. Me imagino sus posibilidades, lo que esconde detrás: morena, melena que cae hasta los hombros, ojos verdes, pómulos marcados, labios finos, pechos más bien pequeños, culo firme y respìngón; de estatura media-alta, delgada y rondando los treinta. A esa voz le hubiera sentado mejor el francés.
Apenas cinco minutos y cuatro paradas después e igual de solo que como entré, ya estoy en otra ciudad.
De vuelta al mundo, las resignadas calles lucen su maquillaje prematuro, como ya es tradición, lo que me alerta de que los días venideros van a ser tan exigentes como la empinada cuesta que me desafía delante de mis ojos y que me tendrá que llevar a mi destino, no sin esfuerzo.
Ando unos pasos y comprendo la nueva coyuntura con una gran carga de añoranza: ¿dónde está el goloso escaparate que me hipnotizaba y me hacía pecar endulzando mi paladar? ¿qué ha sido del quiosco que me inyectaba la primera dosis de cruda realidad? Al igual que un país mediocre y tramposo yo también siento la imperiosa necesidad de que alguien acuda a mi rescate.
Pero no desfallezco. Sólo me quedan unos metros más, ya diviso el puente e intuyo la silueta del rostro de las cuatro eminencias que cada mañana me reciben y aleccionan que, después de todo, esto no está mal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario