lunes, 28 de marzo de 2011

Difícilmente puedo deletrear mi nombre

                                   








Si los genios de la pintura nos enseñan a ver, no cabe duda de que los grandes músicos nos enseñan a escuchar. Kurt Wagner, líder de Lambchop es uno de los responsables de un hecho fundamental en mi vida: de la educación de mis oídos.
Nixon (2000) es un clásico del soul moderno, música propia de negros en manos de una voz blanca susurrante. Todo envuelto por unos arreglos de cuerda y viento que te hacen babear. Aquí, Kurt parecía perseguir el sonido nunca antes escuchado.
Si con Nixon, Lambchop se ganaron el respeto de la crítica, Con Is A Woman (2002) conquistaron mi corazón. Más reposado e íntimo que su predecesor, es un disco para degustar sin prisas. Sencillamente maravilloso.
Ni me acuerdo de las noches que me he acostado con Lambchop, y juro que más de una vez, antes de entrar al otro lado (al reino de los sueños), me pareció escuchar al bueno de Kurt susurrarme que no me preocupara, que todo iría bien.
Hace 11 años que en mi menú musical nunca falta la chuleta de cordero. Porque, a veces, no importa lo que te cuenten. Basta con una voz reconfortante.
Personas como Kurt Wagner me enseñaron a escuchar y, tal vez, soy quien soy por lo que escucho.

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