Un recóndito y estrecho lugar donde los diagnósticos del Doctor Robert campan a sus anchas. Pasen y lean con que ojo clínico disecciona el mundo pagado de sí mismo. Y si no se quieren pasar, de todas formas lean. Lo del 27 es un asunto personal que viene de muy lejos entre el número y el facultativo.
martes, 8 de febrero de 2011
El mejor que conoció
Hubo un tiempo en el que el Dr. Robert soñaba. Eso fue mucho antes de que decidiera desdoblarse en personaje de canción para perderse por algún extraño callejón y comprobar que allí permitían tener sueños sin fecha de caducidad.
En aquella época, ese niño compartía habitación con héroes que vivían colgados de la pared, realizando jugadas imposibles. Aquella era una habitación muy peculiar, pues si en las alturas había dioses, a ras de suelo un gamberro esperaba el ocaso del día para asustarte.
Siempre echó de menos en esa pared tan llena de gloria y proezas, la imagen de un adolescente de apenas 17 años que se disponía a culminar un contraataque con la más elegante bandeja ante la atónita e impotente mirada del imperio yanqui. Él era el héroe. La persona a la que no podías dejar de mirar, a la que todos intentaban imitar. Y también dormía en esa habitación. Y, además, era su hermano mayor. Si existe una palabra para definirle, esa es carisma. Algo que muy pocos poseen. El mejor deportista que nunca conoció y conocerá.
En la actualidad, los dos hermanos tienen inquietudes diferentes pero todavía comparten paseos, mal remunerados, por donde ya no habitan gamberros pero donde la línea que limita cordura y locura es muy fina.
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