martes, 17 de mayo de 2011

Anhedonia


Mi recién estrenada baja laboral me está obligando a pasar demasiado tiempo conmigo mismo.
Bajo esta perspectiva nada envidiable, maniatado por mi incapacidad temporal y cargado de paciencia y resignación, me dispuse a afrontar un nuevo y largo día.
Degustando el mejor café del mundo, el que se toma en pijama, salí al patio. El mismo donde Blackbird parece encontrar la felicidad.
Absorto en pensamientos banales, escuché una voz procedente del interior de una ventana a medio cerrar. Palabras que pronto se convirtieron en conversación.
Ella decía: "Soy incapaz de relajarme. Antes me gustaba ir al cine, ahora no soporto estar dos horas sentada. No disfruto con nada. No me lo paso bien ni con mis amigos. Si ti soy sincera no siento placer cuando lo hacemos. Y estoy segura de que la culpa no es de él."
A lo que una voz masculina respondió: "Lo que a ti te pasa tiene un nombre. No es depresión, sino como una incapacidad de sentir placer. Deberías ir al médico."
Me sentí como Gena Rowlands en Otra mujer, la maravillosa película de Woody Allen, cuando accidentalmente escucha, a través del respiradero de su apartamento, una conversación íntima entre su vecino psiquatra y una paciente.
Me invadió una sensación de incomodidad. No sabía si seguir escuchando esa conversación ajena e interesante o hacer lo que nadie hace.
Una conocida llamada telefónica preocupándose por mi salud lumbar me impidió saber más.
Y el patio volvió a la paz, su estado natural.

No hay comentarios:

Publicar un comentario