jueves, 21 de julio de 2011

La luz que nunca se apagará


Así como se revela el alma de una civilización en su arquitectura, una pobre imaginación poética y musical señala el declive de su cultura. En este sentido, la música pop como elemento aglutinador de tendencias y termómetro de lo que se cuece en la calle debería estar más presente, más arraigada y asumida de forma natural en nuestras vidas.
Si esto fuera así, si en este país de pandereta al pop se le diera la importancia que merece...  Si a la música pop se le considerase cultura, The Smiths gobernarían de por vida.
Poesía y música juntas de la mano para describir la angustia existencial adolescente. Morrissey, el príncipe melancólico y visionario, como portavoz de una generación perdida, necesitada de comprensión pero también de cariño. Con The Smiths, la melancolía se vistió de largo, elegante y guapa.
En esta época oscura, que ya dura demasiado, donde cada vez hay que mirar más lejos para atisbar una luz, se echa en falta a grupos capaces de iluminarnos con canciones que salvan vidas.

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